CAMPANERA (Joselito)

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Hola Yaya, esta es la última carta que te escribo, o quién sabe, tal vez no sea la última, porque dicen que escribir es como hacerse una radiografía a sí mismo. Si es así quiero escribir una y otra carta para verte una y otra vez ahí, dentro de mí, miro por dentro te encuentro. Seguramente esta no sea la última carta que te escribo, aunque sí que es la primera que escribo desde que te fuiste, la semana pasada. Qué poco tiempo y qué larga semana pensando sólo en ti, toda esta semana dedicada a ti.
Quiero guardar el dolor que tu muerte me deja en mi cajita del dolor, esa en la que se guardan los grandes palos que te da la Vida, cuando la Vida te quita a la gente que quieres.
Pensé escribirte esta carta en, las que hasta el momento han sido las horas más tristes de mis 30 años, esas tres horas y pico que dura el trayecto en coche Móstoles a tu pueblo de Badajoz. Me da mucha pena que ya no pueda leerte esta carta en público, como sé que te gustaría. Recuerdo ese cumpleaños que celebramos tuyo, cuando ya habías impuesto la nueva moda de ir todos juntos a comer pescaíto el día de tu cumpleaños, recuerdo que ese día Antonio había escrito cuatro palabras bonitas en un papel y se suponía que te las íbamos a leer allí delante de todos, pero a todos nos daba vergüenza y al final me tocó a mí hacer de nieto mayor, estoy seguro de que hoy nos daríamos de codazos todos los primos por poderte leer esta carta, porque significaría que todavía estabas aquí.
No quiero que pienses que busco la pena con estas palabras que te dedico Yaya. No ni mucho menos, tengo pena y sé que la tenemos todos y mucha, pero de tu muerte, de tu ausencia cuando haya quemado la parte más dolorosa de tu ausencia, cuando sea consciente de que empezamos otra nueva etapa de nuestra vida sin ti, cuando hayamos sido capaces de haber quemado todo el dolor de los primeros días, de haber superado la fase del drama, quiero dar paso a los recuerdos y recibirlos con optimismo y alegría, ayudado por la resignación de saber que no hay más camino que vivir sin tenerte al lado sino dentro, quiero que me queden todos tus recuerdos lo más vivos posible, todos, porque de ti ya sólo nos quedarán recuerdos, los mejores recuerdos que nadie puede dejar Yaya. Tenemos tantos recuerdos de ti, todos, absolutamente todos, hijos, nietos y bisnietos, no hay una sola casa de tus hijos en la que no hayas estado presente a diario. Te hemos querido mucho Yaya, mucho, pero no sé si tanto como tú a nosotros, con ese amor que se tornaba enfermizo de lo que te hacía preocuparte por nosotros, has sufrido tanto por amor Yaya.
Yo he tenido una suerte que no han tenido mis primos, casi me atrevería a decir que ni siquiera mis hermanos, al ser el mayor y el primero de todos ellos. Ahora me alegro de que Paco siempre se burle de que soy el más viejo de los primos. Hay muchos recuerdos que o bien porque algunos de los primos ni habían nacido o no vivían tan cerca como yo de ti, se quedan ahora sólo entre tú y yo. Quiero enumerarlos todos Yaya. Quiero enumerar cada movimiento tuyo, cada tono de voz, quiero evocar el timbre de tu voz, cada olor que ahora sea capaz de recordar, antes de que el Tiempo venga a defenderme de este dolor y borre muchos de ellos para mitigar el dolor. De otra manera sufrir siempre así por no verte más, sería inaguantable. Quiero enumerarlos todos aquí, para leer estas páginas mañana y sonreír otra vez como lo hacía al zamparme esos grandes bollos que me traías los sábados por la mañana cuando subías de hacer los portales, y yo te esperaba mientras veía en la tele La Bola de Cristal. Los domingos por la tarde me quedaba en tu casa viendo la tele, después de haberme comido kilos enteros de patatas fritas y nos quedábamos viendo la tele, o mejor dicho, durmiendo la siesta en el sofá, tú con la boca abierta (y roncando aunque no te gustaba que te lo dijera, eh) y yo temiendo que en cualquier momento me llamara mi madre para volver a casa porque al día siguiente había cole. Recuerdo muchas veces y no sólo ahora, cuando vivía todavía allí la Tía Petri antes de casarse y se vestía los viernes para salir por ahí de marcha, la gracia que te hacía cuando decía que la la tía estaba rompiendo platos en la cocina con el Tío Jose. Tantos momentos Yaya, ¿te acuerdas el día que tuviste que salir corriendo porque te perseguía la Yoli Paseitos por la Colonia? Con qué gracia lo contabas luego, después del susto que te había dado, ¿eh? Es que siempre has sido genial. Vaya bolsas enteras de salchichas que me hacías los viernes, cuando me iba a ver allí contigo el Un, Dos, Tres, y mira que se enfadaba luego mi madre cuando se lo decías, pero tu ni caso, que siempre has sido de carácter, di qué sí Yaya, que yo me las comía encantado.
Luego el paso del tiempo me trae recuerdos que ya no son exclusivos míos y que me encanta ahora compartir y hablarlos con los tíos y con los primos, sobre todo recuerdos del pueblo, los veranos, recuerdo el día que se levantó mi madre y la tía Petri de la siesta y las pusiste pingando de agua con tu manguera. Estabas todavía en combinación, recién levantada de siesta cogiste la manguera de agua, que tanto te gustaba y conforme se iban levantando las empapastes enteras, no sé ni cómo te atreviste con el genio que tiene mi madre. Bueno sí, supongo que para eso eres su madre, aunque nosotros te hayamos visto siempre como una abuela, para ellos eras su madre y creo que nunca he sido tan consciente como en esta semana de que eras la madre de mi madre y de mis tíos, por mucho que para los primos y para mí siempre hayas sido la Yaya.
De los últimos años me quedo con los cafés rápidos que me tomaba contigo en tu casa antes de volverme a Madrid, del mover de tus pendientes en forma de rombo, siempre los mismos, pendientes de oro, porque hasta para eso eras especialita, tenían que ser las joyas de oro que si no te daban alergia. La comida era otro tema importante, mi madre siempre te ha llamado La jociquito Verde, porque ya era raro que algo te gustara y eso que siempre has tenido buen tragaero como decías: “estando bien el tragaero todo está bien, y el tragaero yo lo tengo bueno..” qué razón tenías, qué poquito querías comer ya al final, como avisando de que pronto te irías Yaya.
Supongo que te escribo esta carta por muchos motivos, supongo que no haberme podido despedir de ti es uno de ellos. La gente me dice que así es mejor que no has sufrido, y yo lo entiendo pero es tan duro, pensar que hacía dos, tres o cuatro días había estado hablando contigo, haberte visto tan bien, tan llena de energía y ahora no poder llamarte para contarte, para preguntarte. Por eso Yaya, no te quiero llevar en el corazón, porque el corazón se me antoja un órgano caprichoso y tonto que te tuvo postrada en una cama al borde de la muerte hace siete años y después dejó que te disfrutáramos hasta este martes que sin avisar dejó de funcionar y te borró de un plumazo de nuestro día a día. Por eso no te quiero llevar en el corazón sino en la boca del estómago, que es dónde se siente de verdad, dónde se sienten de verdad, el dolor, los nervios y el amor. Te llevo en la boca del estómago porque así asimilo mejor tus recuerdos. Pero Yaya también escribo esta carta para decirte que sé encontrarte, que sé dónde buscarte, que si no estoy pretendo estar tan triste siempre es porque sé dónde encontrarte. Yo que no creo en tonterías esas de Curas, como tampoco creías tú. Siempre decías que tú en Algo creías pero que en los Curas no. Olé con tus ochenta y un años y esa forma de pensar, tan tuya, tan terrenal, con tanto sentido común Yaya. Pues Yaya, yo que tampoco puedo buscar alivio ni consuelo en la religión, lo encuentro buscándote donde sé que sí estás y donde sé que ahora te puedo encontrar: En la cabezonería del Tío Basilio, en los nervios de mi madre, en la templanza y el sentido común de la Tía Antonia, en la ilusión que le pone a la vida la Tía Petri, y es que todos son un poco de ti, a tu imagen y semejanza, conforme tu quisiste repartirlo, dejaste esos nervios y ese exceso de amor en mi madre por ser la mayor, esa determinación y ese fuerte carácter en el varón. Supiste darle a la Tía Antonia ese carácter templado y más comedido que tan bien te hacía luego y por eso acudías a ella para que te explicara lo que los demás ya te habían explicado pero con otras palabras que te sentaban mejor. Pusiste en la pequeña de tus hijos, esa ilusión que tenías por todo. Con qué ganas nos juntabas a todos, qué ganas de vivir, sobre todo ahora viéndonos a todos tan bien y juntos, incluso en estas última Navidades que ya se me hacían insípidas, creo que en el fondo sabía que esto no tardaría en llegar.


A tus nietos por lo que veo también nos has dado mucho Yaya, más de lo que somos conscientes de ver ahora, pero te veo en el carácter de José Antonio, en el sentido común de David, en la determinación de mi hermano Antonio, o incluso en la vitalidad del pequeño Hugo que viene con fuerza, con la misma fuerza que te fuiste tú, fuerte, siendo tú en todo el momento, hasta el final, entera, sin necesitar de nadie. No has necesitado de nadie para sacarnos a todos adelante, hijos, nietos, bisnietos y cuando ya nos tenías bien encaminados, orgullosa de dejar el trabajo bien hecho, entera y con fuerza te nos has ido, así tal y como has sido siempre.
Debo confesarte Yaya que muchas veces cuando era más crío aún de lo que soy ahora, porque frente a ti nunca he dejado de sentirme como un niño, ni siquiera ahora a mis treinta años. Debo confesar que muchas veces en la almohada, por las noches antes de dormir pensaba en cómo sería el día que murieras tu o mi madre, porque eran las personas que entonces más quería en el mundo y se me escapaban las lágrimas sólo de pensarlo, y ahora aquí estoy escribiendo esta carta, me parece mentira. Qué contento estoy de haberte achuchado y besuqueado como un niño, y haberte dicho te quiero tantas veces sin venir a cuento, no quería quedarme ni un sólo Te quiero dentro, todos para ti. Sé que tal vez resultara un comportamiento infantil, pero no me importaba darte besos y abrazos a todas horas y no sabes cómo me alegro. Infantil como tu letra cuando firmabas, en la que escribías con la misma letra que de niña aprendiste (y vete a saber cómo y cuándo). Escribías con letra torcida María Gosefa Díaz Godoy, así con G y todo, si es que eras genial Yaya.
Yaya puedes estar orgullosa y doy fe de lo que te quieren tus nietos, todos sin excepción, de tu ausencia saco la promesa de acercarme más a ellos, de llamarles más porque verles llorar esta semana me ha hecho darme cuenta de lo cerca que estamos todos, ahora sin ti, quiero estar más cerca de ellos, porque eso te gustaría. Las lágrimas de mis primos han servido para sentirme orgulloso de ellos y sé que cada uno a su manera te lleva bien dentro y bien presente, estoy convencido, aunque sólo sea por eso, quiero estar ahora más cerca que nunca de ellos, esa es mi promesa. Ojalá sepamos ahora todos, tíos y primos, mantenernos tan juntos como antes, tenemos que proponérnoslos, no quiero que sea sólo una intención ahora que estamos cubiertos de dolor, quiero que sea sincero, quiero que todo el amor que te teníamos sepamos redirigírnoslo a nosotros y entre nosotros, primos y tíos, para que todavía estés un poquito más aquí y menos allí, donde quiera que estés.
Hace poco leí que la familia es como una tómbola donde te puedo tocar desde la muñeca Pepona hasta una bicicleta y así es, yo he tenido la suerte de que me toque el premio gordo y te lo debo a ti. Has sido tan grande, tan lista, con tanto sentido común, nos hemos apoyado tanto en ti, todos: Vanesa y el tío Basilio cada uno a su manera buscaban tu aprobación, aún a sabiendas de que había cosas que no entenderías del todo; la tía Petri que nunca ha dado un paso sin consultártelo; Mi madre y la tía Antonia que aunque te quisieran llevar la contraria al final cedían por darte gusto. Has sido tanto para nosotros y estoy tan orgulloso y agradecido de que haya sido así Yaya.
Me piden que piense en algo que escribir en tu lápida, que ahora compartirás con el abuelo, y no sé qué escribir Yaya, no tengo palabras de agradecimiento y de amor suficientes para poner en ese mármol. Se me ocurren páginas enteras, que tardaría otros treinta años en escribir, detallaría con sumo cuidado las veces que te he visto andar renqueando por tu salón, por culpa de esa maldita artrosis, para traerme un refresco, tu pelo despeinado por detrás de estar sentada en tu sofá, allí viendo la tele y tus programas de cotilleo, escribiría también sobre tus noches de verano en el banco de Móstoles con tus amigas, pero escribiría sobre todo de las horas que te pasabas de madrugada en la puerta de tu casa del pueblo. Ese siempre ha sido tu lugar, pertenecías a ese descansillo, allí sentada como una Reina del Ordeno y Mando y todas las vecinas y tus nietos alrededor como súbditos, allí eras la Reina indiscutible Yaya, ese era tu sitio y siempre quiero recordarte allí, riendo y bebiendo agua fría en botijo o botella de plástico en los agostos del Valle.
Yo por mi parte me quedo triste sin poder haber celebrado el fin de carrera contigo como me hubiera gustado, pero esta vida es así, no se tiene controlada, es la Vida la que te controla a ti, y de eso sabes tú mucho, una guerra, un marido que se fue joven y cuatro niños que sacar adelante a base de trabajo. ¿Qué podíamos pedir cuando nos quejábamos de todo lo que te preocupabas por cualquier cosa, por cualquier viaje que hacíamos? Nada, la Vida te había dado motivos suficientes para no fiarte de ella y siempre estabas en alerta.
Ahora Yaya, cierro esta carta con la promesa de dársela a mis primos, para que sean ellos los que tal vez me ayuden a encontrar las palabras que me faltan para grabar en vuestra lápida, para que tal vez ellos, guarden en un cajón otra hoja con sus propios recuerdos, y porque no eras sólo mi Yaya sino nuestra Yaya y esta carta es tanto suya como mía.
TE QUIERO YAYA, hasta la próxima.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

NO TE VOY A PERDONAR QUE SE ME HAYAN SALTADO LAS LAGRIMAS EN EL TRABAJO........

Anónimo dijo...

Ha sido una carta muy emocionante, yo que he tenido el auténtico placer de haberla conocido te diré que según hablas de ella me has hecho recordar muchisimo a mi abuelita Tomasita,qué parecidas eran!!estoy segura de que algún día, quien sabe dónde,las dos se encontrarán y hablarán de nosotros y se reiran mucho juntas...Tienes una familia maravillosa Juanma, todos llevais su esencia y eso os hace ser tan queridos y tan buenas personas. Te quiero mucho. Silvia Puerta (UAM)

Anónimo dijo...

Ay...Yo no estoy pa estas cosas......Esto no se hace, zorri...

Anónimo dijo...

estoy de acuerdo con torta,tienes algo especial.

pd. yo tambien os quiero.

Anónimo dijo...

Aunque ahora tengamos un dolor enorme....Olé por lo bien q han hecho su trabajo...q recuerdos nos deján....q amor....y q alegría el ser d ELLOS.
Sabes que te quiero mucho.

Anónimo dijo...

Lo siento, nene. Que te lo quería comentar hace días y en ello estaba.

A ver si os vemos para unos tragos y brindamos por ella.

Anónimo dijo...

Lo siento, nene. Que te lo quería comentar hace días y en ello estaba.

A ver si os vemos para unos tragos y brindamos por ella.