I REMEMBERED (The Wave Pictures)

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PRIMERA PARTE


Chicos de los que me enamoré. La historia que soñé y que nunca fue. Hombres fugaces con los que me emocioné y que ahora recuerdo sólo a medias, con nebulosa y con esfuerzo. Rollos de un rato, tres conversaciones, sexo pequeño y del bueno, en un baño público o en mi casa.
Os presento mi catálogo de lencería íntima. Todos ellos son mi catálogo de sueños húmedos. Los hombres perfectos, porque fueron sueño hecho realidad y desaparecieron antes de despertar. Ahí reside la perfección.
Así se escribe el hombre perfecto. Hombre perfecto es ese que arañas y al que no ves cicatrizar.
Algunos no fueron ni siquiera sexo pero hoy me sirven de excusa para practicar la memoria y la palabra. Hoy los utilizo para fotografiar un poquito mi alma con una Polaroid, instantánea sin calidad.
Con mucha y con poca vergüenza os presento a:

Sergio, portero de discoteca:
Tenía cara de malo, rasgo imprescindible para que se me nuble cualquier atisbo de razón. No era muy alto, pero miles de atributos mayores, conseguían que no me importara lo más mínimo. Defiendo y exijo como axioma que cualquier hombre que quiera estar a mi lado pueda mirarme por encima del hombro. Sergio era más bajo que yo, pero conseguía mirarme por encima del hombro. Era mayor que yo, atractivo, malo y divertido. Lo conocí en un bar de Londres al que por aquél entonces acudía casi a diario.

Yo normalmente iba solo, buscando la soledad de la gran ciudad. No hay sensación parecida a estar sólo en una gran ciudad, es inmensa, me encanta lanzarme a buscar gente, a buscar sexo, a conocer y estar dispuesto a hablar incluso sólo. Me fascina esa situación, es de mis preferidas. Coger un taxi y perderme, montarme en tren y en metro sin conocer exactamente el destino, me gusta mucho. Es un poco el chocolate de las situaciones. Perfecta.

Sergio estaba allí noche tras noche, guasón, mandón y ni me miraba. No sé qué ocurrió ni que nos llevo a ello, pero una tarde, pongamos que era miércoles entonamos una conversación, me habló de su madre que era española, él había nacido en Inglaterra o en Grecia o en Italia, no lo consigo recordar. Sergio conocía el País Vasco y balbuceaba italiano pensando que era español. A esa conversación le siguieron una, dos y tres tardes más. Nunca pasaba nada, yo le acompañaba por las tardes mientras hacía su trabajo de portero, al final del turno me invitaba a una pinta y tonteábamos. Mientras, él ejercía sobre mi su hechizo de latin lover anglo-hispano. Tocaba el saxo o algún instrumento de viento, no sé, tal vez era la guitarra.

Pongamos que fue también un miércoles cuando Sergio me besó. En la puerta del local, del bar al que siempre vuelvo cuando estoy en Londres.

Aquella noche le traje la cena a la puerta, se la tomó con ganas allí delante de mí, en nuestra puerta, en nuestro lugar. Con su cazadora negra abombada, la perilla recortada y la piel dura. Me agarró. Me enganché a sus hombros y me besó. Me besó el tiempo suficiente para que años después todavía piense en él.

Como en las historias de Hollywood, huelga decir que después de ese beso nunca más le volví a ver. Yo dejé Londres por muchos años y cuando volví Sergio ya no estaba en nuestra puerta. El local aún hoy todavía sigue allí, y cientos de personas pisan a diario esa baldosa fea y gris, ese escalón del Soho londinense, que siempre será de Sergio y de su beso.


El pecoso del café:
Durante unos meses trabajé en una cafetería de Londres a la que a diario acudía un chico algo mayor que yo. No mucho. Suficiente. Venía siempre con traje, sonreía, nos mirábamos y jugábamos durante media hora todas las tardes. Mi timidez parcial a la que soy fiel por principio, sólo me permitía echarle una sonrisa a lo sumo dos y ya cuando la relación se iba afianzando invitarle a algún café, pero siempre con gestos, nunca llegué a cruzar más de tres palabras con él. Un poco más alto que yo, un poco más guapo que yo, un poco mayor que yo, aunque creo que eso ya lo he dicho. El chico elegante estaba cargado de pecas.

Durante semanas desapareció del café y ya no volvió a frecuentar mis tardes detrás de la barra y la bandeja.

Recuerdo la tarde que reapareció perfectamente. Llovía en Londres, era agosto. La temperatura era ideal. Estaba fuera en la terraza que teníamos, cubriendo con el toldo las mesas. Las calles estaban vacías. Olía muy bien a acera mojada de gran ciudad. Por el ventanal, los almacenes Harrods.

Un varonil saludo de buenas tardes le precedió, vestía de lino. No podía más, estaba guapísimo y como una colegiala anuncié a una amiga lo entusiasmado que estaba con esta nueva visita. Estúpido de mí. Todas mis compañeras corrieron como tontas comadronas a hacerle llegar un mensaje que nunca le envié y yo avergonzado corrí a esconderme en el almacén. Como de niño de parvulario, adiós a la magia y a sus pecas. Qué ridícula situación. No recuerdo si salí o no del almacén, pero el caso es que ya no le volví a ver nunca más por el café. Pronto dejaría mi trabajo para volver a España y sabía que nunca jamás le volvería a ver..…¿o si?


Sucedió una noche. Estaba en una discoteca londinense, celebrando algo, un evento, una fiesta, algo, era lunes o era jueves, que más da, el caso es que entre el bullicio y la gente exaltada que me rodeaba, vislumbre a un chico de pelo rizado, abultado, tocado con un pequeño foulard y ataviado con sus mejores pecas. Él estaba allí. Guapo y sonriente. Me acerqué y sin mediar palabra me besó, sin pensarlo, sin situarse, rápida y convulsivamente. Me arrebató de mi grupo, me magreó y me besó sin gusto, sin sabor y de malas formas. Algo estaba fallando. Le miré y me di cuenta de que él iba muy borracho, tal vez drogado. El desencanto fue fulminante, no hubo una segunda oportunidad, un rayo resquebrajó la ilusión. Me aparté y me marché.

Hoy todavía pienso que será de él, pero de él ya sólo sé que era francés.

CONTINUARÁ....

10 comentarios:

Anónimo dijo...

continuara hoyyyyyyyyyyyy
oye que me has dejado muuuuuuuuu intrigada con tus correrias londinenses.

Anónimo dijo...

algunas veces, cuando stoy un poco d aquella manera m gusta divagar en lo q pudo ser y no fué y lo q fué y no debía d haber sido y....así que,hoy m lo has recordado.

forbidden dijo...

china mongola ¿¿SENIOR??, una lectora que se nos ha hecho mayor.

No, la segunda parte no será hoy...se hará esperar

forbidden dijo...

lo q fué y no debía d haber sido: qué frase más peligrosa

No tengo novia dijo...

Qué me gusta tu blog!

forbidden dijo...

y yo emocionado de que vengas a leerlo..

Anónimo dijo...

Ke chulas las historias! Kiero más!

forbidden dijo...

Gracias MM, ya están unas cuantas más en la cocina...y de otros colores y sabores

Anónimo dijo...

Bueno y Cuándo pasó Usted por Londinium, ya sólo falta q hayamos coincidido...

forbidden dijo...

uy, antes de contestarle, espere a que me limpie las bragas de la emoción de verle a usted por aquí ¿Puede creerse que pensé hoy en usted al escuchar el recopilata arpiero?

En London estuve en el año 1999 y más tarde en el 2001. Era yo una modernuqui cualquiera por esas calles sohorianas.
¿Pa cuándo un verse por los madriles?