DESMEJORADO (Bushido)

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Je suis La Karaoke, o lo que es lo mismo para los que no sean políglotas, Yo soy La Karaoke. Me presento, me llaman La Karaoke. Cuál es mi verdadero nombre es algo que ni os importa ni os lo digo. Soy amigo de Forbidden, y estoy aquí currándome estas líneas a estas horas, porque me ha pedido que le eche un cable con esto de la escritura en el blog, Forbidden se está viendo otra vez desbordado por miles de temas y no quiere dejar huérfana esta página otra vez. Así que a partir de ahora y siguiendo la moda de tantos otros blogs que conocemos, el blog EH, TÚ!! Escucha, tendrá un papá y una "mamá", escribiran el maestro Forbidden y mademoiselle La Karaoke. Nunca hablaré de otra cosa que no sea la música, porque pa tontunas y gilipolleces ya tenemos al Forbidden.
Bueno chicos, me estreno con vosotros, espero que os guste, bla, bla, bla, bla, bla, bla y bla blá....esta es mi primera crónica musical:
CONCIERTO DE ENRIQUE BUNBURY .
Me gusta provocar y jugármela toda a la primera, soy consciente, soy muy radikal, con k. Que la primera crónica con la que me estreno en el blog de Forbidden, sabiendo de los gustos de muchos de sus lectores, sea la del concierto de Enrique Bunbury del pasado Jueves en El Palacio de los Deportes de Madrid, es arriesgarme a que sólo con leer el título de la entrada, todos los lectores del blog puedan huir despavoridos, como de tener prisa por hacerse las mechas.

YO Y ENRIQUE.
Recuerdo haber mostrado interés sólo por el primer disco en solitario del maño, aquel Radikal Sonora, que contenía esa Alicia, maravilla gozable partir de ahí, conforme paulatinamente Bunbury abandonbaba el look a lo Jim Morrison, yo perdía más y más el interés en su música.
No tengo por el mismo artista al Bunbury de la época Radikal Sonora, que al Bunbury que la semana psada vi actuar, ni al de todos los discos que vinieron después de su debut tras la ruptura con sus hermanos maños. No he escuchado nunca un disco suyo entero, jamás (a excepción del primero). Si de algo conozco la música de Bunbury es porque mi hermano pequeño es un fan angustioso de Bunbury, sin llegar a mis niveles de fanatismo-tira-bragas.
En la habitación de mi hermano conocí a un Bunbury poeta, un Bunbury excesivo, un Bunbury melódico, perdido y muy hispano. Conocí versiones, joyas de versiones. En esa misma habitación descubrí la canción Paloma de Calamaro, y se la escuché cantar a Bunbury, en esa habitación de mi hermano pequeño. Pero se me escapó escuchar al Bunbury que más me llamó la atención esa noche, el Bunbury del Blues, el Bunbury histriónico del rock.

BUNBURY Y LA FERIA
Bunbury llevó sombrero, algo habitual en sus conciertos, su público llevaba sombreros y yo fui de gorra, que no es lo mismo, pero se le parece. Iba invitado por una ejecutiva de Televisión, amiga mía, y por la que conozco casi todos los saraos madrileños en los que se toque una nota de música. Histérico de profesión que soy, intenté quedar con mi amiga pronto, muy pronto, para plantarnos cerquita del escenario a ver que se cocía por allí. ¡Qué risa tía Felixa! Entre que yo llegué tarde y que Madrid parecía una feria, todo lleno de coches por todas partes, las luces de los parkings tintineando entre libre y ocupado, hordas de gentes del extrarradio que querían ir con coche hasta la misma pista del Palacio de Deportes. La misión imposible ya no era llegar a coger un buen sitio en la pista, sino que ya nos conformábamos con llegar a tiempo para ver el concierto empezar. ¡Qué risa tía Felixa! Tampoco pudo ser, en el camino al destino pasamos por Cibeles, Ventas, Pirulí y Carabanchel, me lo expliquen…pero es que aquello era la guerra. Le daban a uno ganas de bajarse del coche y ponerse a gritar sin parar y cagarse en la madre de Escrivá pero en Arameo (Fuster).

Templando nervios porque tampoco es que con el Bunbury nos hiciéramos caquita de la emoción, aparcamos de chiripa en un parquing que tenía la rampa de bajada como de montaña rusa chunga y nos dejamos los bajos del coche en el intento. Todo muy bien. La noche iba como una verbena. Las diez menos cuarto, el concierto empezaba a las diez y nosotros aparcando en la montaña rusa de Alpedrete (bonito pueblo de la geografía española) ¡Todo muy bien! O lo que es lo mismo ¡qué risa tía Felixa!
Luego para seguir con el ambiente de verbena, una cola para preguntar, otra para recoger las invitaciones, luego esperar a los amigos de mis amigas, espera que voy a mear¿nos tomamos algooooo? Já ¡Qué risa tía Felixa! Más majos todos…
Entre medias tuve la suerte de encontrarme una invitación tirada en el suelo y me dieron ganas de decirle a mi amiga todo lo que la quería por llevarme al concierto y que nos veíamos a la salida que yo me había encontrado ya una invitación y que no la necesit…la QUERÍA TAAAANTO EN ESOS MOMENTOS. Pero me supo fatal, así que allí me tenías mordiendo muñones mientras oía empezar el concierto desde fuera. Pues muy bien. Por fin, entramos…¿y tu de qué coño te ríes, tía Felixa?
BUNBURY Y SU PÚBLICO
Lo peor de un concierto de Bunbury es el 90% de su público, que son en palabras de mi amiga la de la tele: “El colmo de la simpleza”, compuesto en su mayoría de mecánicos de taller, porreros, locutoras del 1004 y garrulos a granel. Iban todos de porros amarillos, rosas y moraos, era la cuarta canción y ya no se tenían en pie. Una morsa en chándal se nos pasó el concierto ofreciéndonos porrito babeado, mientras hacía por no quedarse de pie ni un segundo recto (encima fue a la morsa en chándal a quién le regalé la invitación que me encontré…tiene tela!)
En defensa de esta borregada diré que es un público dicharachero (no se callan ni bajo el agua) y con un amor por su ídolo descomunal, como de mariquitas gays, no paran de gritar su nombre incesantemente como muñecos papagayos, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, sin ton ni son. Su falta de vocabulario la suplían así, cuando no sabían que decir soltaban: ENRIQUEEEEE…así que en la barra de pedir cervezas, decían:- me pones esto, eh! Mmmmm, cómo se dice un ENRIQUEEEEEEE de cerveza, o : Eh, tíos esperadme aquí, que voy al baño a ENRIQUEEEEEEE!!!!!. ¡Todo Muy bien!
Viendo el marco incomparable en el que nos encontrábamos, ilídico me atrevería a decir, decidí mirar al frente, como cuando vas mareado en un coche y te dicen que no mires a los lados, eso fue lo que hice y atender a
BUNBURY Y SU CONCIERTO

Sobre un inteligente escenario, de actual cabaret, estaba un elegante Bunbury, que se cambió de ropa en cinco ocasiones, camisas imposibles compañaban a pantalones de pitillo y sombreros de cow-boy.
Enrique Bunbury es un trovador. Llegué muy virgen al concierto. Pude disfrutar desde la objetividad que da la lejanía de no adorar las melodías ni las letras del espectáculo. Con ojos críticos y oído afinado. No esta contaminado por la pasión de ninguna de sus canciones. Pude disfrutar de un repertorio desconocido en un 95% por mí y vaya si lo disfrute. Asistí a la maestría de un grupo de rock, liderado por un trovador español como de andar por casa. Enrique, chico con ínfulas y grandeza en la cabeza, supo poner sobre las tablas, la pose, supo poner en su sitio las notas, tocadas con guitarra, supo escoger a la banda, y cantar como nunca.
Bunbury, bajó el telón de fondo rojo, repartió su arte en tres o cuatro fragmentos de concierto, pero cuando bajó el telón de fondo rojo, mostró al mejor y al más exquisito Bunbury, de una simpleza pura, como de cocaína sin cortar que nos dejó con la mandíbula batiente. Supo pasearse como un maniquí animado, y desgranar canciones como un señor antiguo de la música.
Todos en pequeño círculo, cercanos y lejanos, él y su banda, grandes músicos, hacían desgañitar un Palacio de los Deportes rendido ya a sus pies. Los críticos musicales reindieron pleitesía a su potencia escénica.
El momento del blues, con el fondo de telón, dejaba claro que esa es la vena que debería pinchar, ahondar en la tranquilidad del blues y alejarse de panfletadas cabareteras de medio pelo. El blues te sienta tan bien.

Acusado de plagio, lanzó su defensa en ese momento desde las alturas: -Digámoslo claro de una vez por todas, nadie ha inventado nada. Creo que le apoyo. Es más lo creo sinceramente.
Como sincero se mostraba a esas altura de la noche un Bunbury que trató educadamente a su público, nos mimó con el regalo final de Lady Blue, de su álbum Flamingos, y nos mimó con esa joya Desmejorada del disco que compartió con otros locos patrios, y que considero obra cumbre de nuestra música, BUSHIDO (haceros con el disco, es cuasiperfecto). Soltó guitarra, cantó acústico y repitió dos o tres bises tan largos como otro concierto. Un trovador que tiene mucho que contar, al que no hacemos todo el caso que se merece, pero Enrique, tampoco toda la culpa es nuestra. Tus directos no se reflejan tanto en tus discos. Querido trovador, ya tienes trabajo que hacer. Me faltó un Alicia y salté como un energúmeno con las guitarras de la única canción que tocó y que no es de los Héroes: Apuesta por el Rock and Roll. Todo a una.

Je suis La Karaoke.

4 comentarios:

No tengo novia dijo...

Muy buena crítica, pero podías haberte ahorrado la compraración con Jin Morrison, no?

Yo creo que Bunbury se parece infinitamente más a Raphael, es decir, siempre se dijo que Bunbury imitaba a Jin Morrison y eso no es cierto, imitaba claramente a Raphael. Y si, hablo de Bunbury en pasado

Unknown dijo...

Creo que la época Raphaeliana de Bunbury ya pasó, me parece que ha afilado y limado su pluma. Ya no se parecen tanto.
En la última etapa de Héroes iba disfrazado de Jim Morrison a todas partes, ahora, ya es otra cosa..

Anónimo dijo...

HOY ES EL TIPICO DIA PARA ESTAR EN CASITA CON TU CHIMENEA ENCENDIDA ( QUIEN LA TENGA CLARO ) MUY ARROPADITO CON LA PERSONA QUE QUIERES Y DEJAR UN MOMENTO A LA MELANCOLIA CONLA CANCION DE ANTHONY " HOPE´S THERE SOMEONE " O ALGO PARECIDO

forbidden dijo...

china, no es por ná, pero que coño tiene eso que ver con el tocino??