Me topé este verano, por casualidad, con Provincetown, mientras viajaba con mis hermanos por el estado de Massachusets en los Estados Unidos.
Casualidad ha sido también que asocie ese pueblecito "amaricano" a esta canción de hoy, porque en España a mi vuelta del viaje me dio por escuchar este tema de los Vampire Weekend, del que había oído hablar, disco que tenía relegado al olvido de mi disco duro. Ha sido curiosa casualidad que al atender a la letra de la canción descubriera que habla de Cape Cod, en cuyo extremo se encuentra Provincetown, el pueblo que descubrimos por casualidad. Y más casualidad aún, fue descubrir que es un pueblo típicamente gay.
Cuando digo tipicamente, si se puede hablar de "tipicidad" asociando la palabreja a un pueblo gay, que suena a todo menos a típico, hablo de pueblo tópico, en el que el 80% de la población que lo habita es de condición lesbianoide y maricoide, en el que no existen bares de ambiente, porque todos los bares son gays, en el que eslogan que se utiliza como reclamo turistico de este pueblecito es: "la casa de los gays, en ningún sitio como en casa".
Los restaruantes son gays, porque la mayoría de la clientela lo es, las tiendas, las peluquerías, hoteles, playas...se trata de un pueblo que en verano se revienta de turismo y que llegado el final de septiembre, todo cierra, se abandona a la calma y lo que durante el verano se puede convertir en una Ibiza en la costa este de los Estates, se parece más a una aldea soriana de costa.
La sensación durante los días de septiembre que allí pasamos, era la de estar en una comunidad de vecinos en la que todos se conocen, que te tratan con una amabilidad como de película de terror, rollo los chicos del maíz y que por supuesto a mis hermanos y a mí nos tenía fascinados.
Cape Cod es como la Manga del Mar Menor, en cuanto a geografía, pero tratada con el mimo que da la practicidad de los estadounidenses (los ciudadanos más prácticos que conozco, para bien y para mal). Bosques no muy frondosos escoltan una carretera a lo largo de Cape Cod que te impiden ver el cercano mar a ambos lados de la carretera, hasta que llegas a Provincetown.
Llegamos un martes por la noche, totalmente a oscuras las calles, no hay apenas alumbrado en la vía , nos hospedamos en una casa repleta de fantasmas, en la que amablemente nos recibió una casera con pinta de loca y con los brazos cortos, rodeada de perros, la habitación tenía fantasmas y sólo faltaban muñecas de esas que te miran mientras estás en la ducha. Nos encantó de inmediato el rollo, el ambiente, lo todo, una bañera de hierro forjado de morirte esnucado, suelo crujiente de madera... Todo divertídisimo.
El pueblo por la noche, vacío y en penumbras, frío y oyendo las olas. Comimos sushi, preparado por un japo hetero y atendidos por una chica rusa que se había ido allí a hacer la temporada. Ya estaba cerrado todo el negocio en Provincetown, el pueblo gay, porque sólo quedaban allí las cuatro lesbianas maduras, pintoras y artistas de no agachar la corpaura y los cuatro gays que son actores o cantantes o decoradores.
Desde la miniplaya de Provincetown se puede ver la isla de Martha´s Vineyard, donde el Kennedy guapo se estrelló con la avioneta.
Por el día el pueblo que en realidad no es más que una calle, presenta un aspecto de esos de querer vivir allí siempre con tu novio y tu perro. De retirarte en invierno y de invitar a tus amigos a montarla gorda en verano.
Fundimos la Visa (como debe ser, o sea sin deber) por las gangas que encontramos allí de final de temporada y cierre, desayunamos comida macrobiotica, comimos hamburguesa tradicional y flipamos con el rollo bollo del pueblecito.
3 comentarios:
Uff, como visita sí, pero pa vivir allí, no sé yo....
Oiga...¿ Usted es el de la foto en el espejo?
si le parece guapo sí, si le parece feo, no
Jajajaja.
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